jueves, 7 de agosto de 2014

Manos cruzadas en Kotosh en Huánuco

Manos cruzadas en Kotosh en Huánuco
Kotosh es uno de los grupos arquitectónicos más antiguos del Periodo Formativo. 
Estos se encuentran localizados en el distrito de Huánuco, en la provincia y departamento del mismo nombre, a unos 2,100 metros sobre el nivel del mar.
Este Complejo Arqueológico ha pasado por diferentes periodos de construcción, siendo el más antiguo el que presenta una datación de 2000 años antes de nuestra era, y son estructuras que desde la base pertenecen a la Tradición Mito. 
La ubicación temporal en la Tradición Mito es importante, este, se caracteriza por representar en sus edificaciones dos elementos, una física presentada en el templo y una abstracta: el fuego sagrado.

A nivel estructural, los templos se encuentran superpuestos y hechos con piedras canteadas que han sido cuidadosamente unidas gracias a la ayuda de argamasa de barro. Su forma es la base cuadrada con vértices redondeados y en general los templos no ocupan un gran espacio, tan solo de 20 m2. Los templos comparten la orientación frontal hacia el sudeste y entre ellos podemos reconocer a: El Templo de los Nichitos, el Templo Blanco y, el más conocido e importante, el Templo de las Manos Cruzadas.
El Templo de los Nichitos, se encuentra localizado sobre el Templo de Kotosh, se llama así por la presencia de nichos en su estructura y pertenece al periodo más tardío de las construcciones. Este fue descubierto por un grupo de arqueólogos japoneses y es importante, porque permitió entender los métodos de construcción utilizados por los hombres de este pueblo. La construcción seguía el siguiente patrón: Primero la elaboración de un piso, segundo, la edificación de un fogón con distintos ductos de ventilación, en tercer lugar se terminaron los pisos y los nichos para enlucir finalmente las paredes.
El siguiente Templo, llamado el Templo Blanco sería el más antiguo de la edificación. Este se llama así por el enlucimiento blanco que presentaba, este fue enterrado para poder construir sobre él posteriormente el Templo de las Manos Cruzadas.
El tercer templo, y el más importante de la edificación es el que se encuentra al centro de los otros: El Templo de las Manos Cruzadas. Este se llama así a causa de la presencia de una escultura en el que se observan unas manos en esta posición, y que fueron encontradas debajo de uno de los nichos del edificio superpuesto.
A nivel arquitectónico este presenta forma rectangular cuyas medidas son 9.5 m por 9.3 m. Y durante su periodo de vigencia alcanzó una altura de dos metros y medio a tres. Este templo se presentaba además enlucido por una capa de barro de color blanco y en su frontis podía observarse la presencia de hornacinas trapezoidales.

El más famoso de sus recintos, expuesto actualmente al público, es el Templo de las Manos Cruzadas, llamado así por tener dos altorrelieves en barro en forma de sendos brazos cruzados, cuya antigüedad se remonta al 1.800 a.C. (fase Kotosh-Mito). Entre los investigadores y arqueólogos que han estudiado este sitio arqueológico se encuentran Javier Pulgar VidalJulio César Tello, Ben Trausher y Seiichi Izumi (éste último fue el descubridor del Templo de las Manos Cruzadas).

Respecto a las “Manos cruzadas”, esta habría sido la escultura más antigua encontrada en el Perú, cuyo significado aún no termina de esclarecerse, aunque hay investigadores que piensan que podría estar representando la dualidad
Para que el visitante pueda llegar hasta esta zona, deberá viajar desde la Ciudad de Huánuco hasta el recinto, por un tiempo de 20 minutos de viaje en bus. El ingreso a Kotosh es previo pago de un boleto, cuyo costo es de s/1.00 para escolares, s/1.50 para estudiantes y adultos mayores y s/2.00 para adultos. El horario de visitas es de lunes a domingo desde las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde.

Excavaciones


Durante la Colonia, Kotosh fue conocida como una huaca prehispánica, siendo expoliada por los buscadores de tesoros. Hasta antes de ser redescubierta en ladécada de 1930 tenía la apariencia de un promontorio natural. En 1934 Javier Pulgar Vidal identificó en la zona fragmentos de cerámica preinca. Al año siguiente fue visitada por el célebre arqueólogo Julio César Tello quien lo consideró un yacimiento arqueológico de mucha importancia. Tello dedujo que la cerámica de Kotosh estaba emparentada con la alfarería chavín, lo que abonaba a favor de su hipótesis de la llegada del hombre de la selva a la sierra. Kotosh, de acuerdo a este planteamiento, habría sido un eslabón importante en el surgimiento de la civilización peruana, cuya cultura matriz fue Chavín.

Tras la muerte de Tello, no hubo más investigaciones en la zona, hasta que en 1960 laUniversidad de Tokio envió una expedición al mandó del profesor Seiichi Izumi, conformada por el arqueólogo Toshinico Sono, el antropólogo Kazuo Terada y otros especialistas. El equipo removió escombros en Kotosh, hasta encontrar los restos de una antiquísima construcción del precerámico, al que llamaron el Templo de las Manos Cruzadas, debido a que, en dos de sus paredes, en la parte inferior, descubrieron relieves de barro modelado en forma de brazos cruzados, de significado misterioso, aunque aparentemente de connotación religiosa.
Tras un paréntesis, en 1963 retornó Izumi al Perú, trayendo consigo un equipo de especialistas mayor que el de 1960, con el propósito de dilucidar definitivamente el misterio del Templo. Los arqueólogos desenterraron totalmente el templo de las Manos Cruzadas, confirmando que era del precerámico, al no hallarse vestigios de alfarería (hacia 1800 a.C.). Los restos de cerámica recién se hallan en la siguiente estructura superpuesta, llamada el Templo de los Nichitos. Asimismo, se estableció para la cerámica de Kotosh una larga secuencia, que llega hasta el Intermedio Temprano.
Kotosh pasó por las siguientes fases, de acuerdo al desarrollo de su cerámica:

Descripción

Kotosh está conformado por una serie de edificios construidos de piedra canteada con barro, de plantas cuadrangulares y sobre plataformas rellenadas con tierra de cantos rodados, piedras canteadas y barro. 
Estos recintos son relativamente pequeños, de entre 4 y 6 m de largo, aunque también hay de más de 10 m de largo. 

Todos carecen de ventanas y probablemente tenían techos planos. En el interior de cada recinto se aprecia un piso cuadrangular que consta de dos niveles: uno más bajo, en forma de piso hundido, rodeado por otro nivel más alto a modo de banqueta. El nivel bajo contiene al centro un pequeño pozo que servía de fogón, conectado a un pequeño conducto subterráneo de ventilación. Las paredes internas (y a veces las del piso hundido) tienen nichos de diversos tamaños, y en algunos casos pinturas sencillas o relieves en forma de brazos cruzados, como es el caso del Templo de las Manos Cruzadas.

Tradición Kotosh o Mito

Esa tendencia de hacer estructuras ceremoniales en forma de piso hundido con un fogón al medio (donde seguramente se quemaban las ofrendas) ha sido denominada  Tradición Religiosa Kotosh, Tradición Mito o Tradición de los Altares del Fuego Sagrado. Sin embargo, hay ejemplos más antiguos, como los hallados en La Galgada(Pallasca, Áncash) de hace 2.380 a.C. y Huaricoto (Marcará, Áncash), con una antigüedad de 2.796 a.C. Se han hallado también vestigios en Tantamayo (Huanuco), en Caral (Supe) y en Huacaloma (Cajamarca), por lo que debió ser una tradición muy extendida en los Andes norcentrales del Perú, desde la Costa hasta la ceja de Selva.


El Templo de las Manos Cruzadas


Sus muros, de 2.4 a 2.8 m, fueron enlucidos con una fina capa de barro color blanco-crema y engalanados con nichos y hornacinas grandes de forma trapezoidal. Debajo de dos de estos nichos se descubrieron las famosas manos cruzadas modeladas en terracota, que los arqueólogos tuvieron sumo cuidado de no dañarlo. El significado de esta representación es un misterio. Los investigadores japoneses dijeron que podía significar amistad, acercamiento, bondad. Otros estudiosos opinan que las manos fueron el elemento fundamental en el templo, pieza básica de un rito de la que sería la primera gran religión americana. Es más bien probable que el relieve pudo ser parte de una efigie mayor, que ya no se conserva.Como ya se anotó, el Templo de las Manos Cruzadas es el más célebre de los recintos ceremoniales hallados en Kotosh. Tiene forma rectangular y mide 9.5 m de largo por 9.3 m de ancho. Se ingresaba por el sur, por una portada de 2.15 metros de alto.
Como todos los templos de su tradición, el piso está dividido en dos niveles con un fogón central en el nivel inferior y un conducto de ventilación subterráneo, por donde salían los humos, hacia el exterior.

Antigüedad

La antigüedad asignada a este templo o recinto sagrado alcanza a más de 1.800 a.C. en pleno precerámico o arcaico tardío; se dijo en su momento que era el primer ejemplo de arquitectura religiosa, no solo del Perú, sino de toda América.

BCR presenta nueva moneda de Un Sol alusiva al Templo de Kotosh

Publicado el 22/05/13
El   de Reserva del Perú pone en circulación desde el miércoles 22 de mayo, la nueva moneda de S/. 1,00 alusiva al Templo de Kotosh, complejo arqueológico ubicado en Huánuco.
Esta moneda, la décimo  de la  Numismática Riqueza y Orgullo del Perú, es de curso legal, por lo que puede ser usada en cualquier transacción económica y circulará de forma simultánea con las actuales.
Las características de la moneda son las siguientes:
  • Denominación : S/. 1,00
  • Aleación : Alpaca
  • Peso : 7,32 gr
  • Diámetro : 25,50 mm
  • Canto : Estriado
  • Año de Acuñación : 2013
  • Anverso : Escudo de Armas
  • Reverso : Denominación y motivo alusivo al Templo de Kotosh
  • Emisión : 10 millones de unidades
En el anverso se observa en el centro el Escudo de Armas del Perú, en el borde exterior la leyenda “Banco Central de Reserva del Perú”, el año de acuñación y un polígono inscrito de ocho lados que forma el filete de la moneda.
En el reverso, en la parte central, se representa una sección del Templo de las Manos Cruzadas de Kotosh y en primer plano un detalle ampliado de las manos cruzadas ubicado en dicho templo. También se observa la marca de la  Nacional de Moneda sobre un diseño geométrico de líneas verticales así como la denominación en número y el nombre de la unidad monetaria sobre unas líneas ondulantes. En la parte superior, se muestra la frase TEMPLO DE KOTOSH S. XXX – VII a.C.
Moneda Nuevo Sol Kotosh
Las anteriores monedas fueron alusivas a los siguientes temas: en 2010, el Tumi de Oro (Lambayeque), los Sarcófagos de Karajía (Amazonas) y la Estela de Raimondi (Ancash); en 2011, las Chullpas de Sillustani (Puno), el Monasterio de Santa Catalina (Arequipa), Machu Picchu (Cusco) y el Gran Pajatén (San Martín); en 2012, la Piedra de Saywite (Apurímac), la Fortaleza del Real Felipe (Callao), el Templo del Sol, Vilcashuamán (Ayacucho) y Kuntur Wasi (Cajamarca); y en 2013 el Templo Inca Huaytará
(Huancavelica).


Biografía de Seiichi Izumi 
El profesor Seiichi Izumi nació en Tokio en el año 1915. Antes de concluir la primaria, supadre, el profesor Akira Izumi, fue transferido a la Universidad Imperial de 
Keijo (hoy Universidad de Seúl); por lo que el joven Seiichi culminó sus estudios 
superiores en Corea. 
Siendo todavía estudiante, sus primeros trabajos se encaminaron hacia la 
antropología y etnografía, los que alternó con su interés por la fotografía y el alpinismo. 
Realizó trabajos de investigación en las islas Chejuda y estudió la cultura mongola 
asentada en Manchuria. Por estos años realizó también trabajos antropológicos con 
los asentamientos de grupos humanos en las márgenes del río Sungai, con las tribus 
de Olochon y con los asentamientos en la montaña Hsing-An-Ling. Se graduó en 
marzo de 1938 e integró la Primera Expedición Científica de la Universidad Keijo, 
cuyos trabajos fueron publicados por la editorial Kokin Shoin de Japón. 
En 1943 formó parte del equipo del Navy´s New Guinea Resources Survey 
Team, realizando estudios antropológicos y etnográficos en la bahía de Geelvink, en el 
istmo de Namur y en las islas Schauten (palau??). En 1945 inició trabajos en el 
Instituto de Estudios Científicos del Continente Asiático de la Universidad de Keijo. En 
1946 regresó a Japón y empezó a interesarse por la cultura rural japonesa, por lo que 
iniciando estudios en este campo en la Universidad Meiji en 1949. En 1951 es 
asistente de cátedra en la Universidad de Tokio y con el profesor Eiichiro Ishida 
hicieron esfuerzos por fortalecer el nuevo Departamento de Antropología Cultural. 
Como ya se indicó, los primeros contactos del profesor Izumi con las culturas 
latinoamericanas se iniciaron en 1952, cuando viajó al Brasil a pedido de la UNESCO 
para realizar estudios sobre la situación de los inmigrantes japoneses en ese país. En 
1953 hizo un segundo viaje a Brasil con el sociólogo Hiroshi Saito, nacido en Brasil y 
retornó por Bolivia hacia Perú donde conocieron a Yoshitaro Amano. Entre 1956 y 
1957 se dedicó a estudiar intensamente la cultura andina en la Universidad de 
Harvard, motivado por su primer viaje al Perú y el interés que despertó en él la cultura 
peruana. En 1957 retornó a Perú donde hizo excavaciones en el sitio arqueológico La 
Huaca, valle de Chancay. En 1958 retornó a Japón y formó parte de la primera 
expedición científica enviada a los Andes por la Universidad de Tokio, dirigida por el 
Profesor de Antropología Cultural de la Universidad de Tokio, Eiichiro Ishida. Su 
objetivo fue realizar una primera aproximación a los Andes peruanos, identificando 
lugares de interés para el trabajo de la misión en la sierra central y la costa norte. Para 
el profesor Izumi significó un cambio en su línea de trabajo ya que hasta entonces se 
había dedicado a la antropología. 
En 1960 se inició la segunda expedición científica dirigida por Seiichi Izumi. El 
descubrimiento del Templo de las Manos Cruzadas en Kotosh y el éxito de su trabajo 
en otras zonas arqueológicas como Las Aldas y Tumbes, le permitieron permanecer 
como jefe de la tercera (1963), cuarta (1966) y quinta expedición (1969), realizando 
trabajos estratigráficos y estudios comparativos para determinar la importancia de las 
culturas surgidas en los periodos formativos, sentando así las bases de los estudios 
japoneses sobre las antiguas culturas andinas. Paralelamente a su trabajo como 
arqueólogo en los Andes, el profesor Izumi realizó los primeros estudios sobre la vida 
de la colonia japonesa en el Perú, por encargo del Ministerio de Relaciones Exteriores 
Japonés. 
El profesor Izumi además de ser un antropólogo y arqueólogo destacado, fue 
galardonado por sus publicaciones: “Ancestros de los Incas”, premiada en 1963 por la 
editorial japonesa Mainichi y “Notas de Campo”, obra que recibió en 1968 el Premio 
Ensayist Club. En reconocimiento a su destacada labor científica en el Perú, el Estado 
Peruano condecoró al profesor Izumi con la Orden del Sol en el grado de Gran Cruz 
en 1964. Poco antes de su muerte súbita, en 1970, el profesor Izumi fue nombrado 
Director del Instituto de Cultura Oriental de la Universidad de Tokio. 

Yoshio Onuki, un peruano con honores: Arqueólogo japonés lleva 51 años trabajando en el Perú


By Enrique Higa SakudaAsociación Peruano Japonesa 
24 Oct 2011

Yoshio Onuki tenía apenas 23 años cuando llegó por primera vez al Perú en 1960, formando parte de un equipo encabezado por el antropólogo japonés Seiichi Izumi para realizar excavaciones en Kotosh, complejo arquitectónico que se erigió en Huánuco (sierra central del Perú)

Kotosh, 1963. El tercero desde la izquierda es Yoshio Onuki. También aparecen los antropólogos japoneses Seiichi Izumi (primero desde la izquierda) y Kazuo Terada (tercero desde la derecha). (Foto: © Archivo de Yoshio Onuki)
Desde entonces visita el Perú con regularidad. En 1988 comenzó a trabajar en el centro ceremonial de Kuntur Wasi, Cajamarca (sierra norte). En 2010 fue distinguido como Doctor Honoris Causa por la Universidad Mayor de San Marcos. Este año (2011) presentó en el Congreso de la República un libro cuya autoría comparte con el antropólogo japonés Kinya Inokuchi: Gemelos Prístinos. El Tesoro del Templo de Kuntur Wasi.

2011. En el Congreso de la República, durante la presentación del libro "Gemelos prístinos. El tesoro del templo de Kuntur Wasi," editado por el Fondo Editorial del Congreso y la empresa minera Yanacocha. (Foto: © Congreso de la República)
Para el arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras, que conoce a Onuki desde que ambos eran entusiastas jóvenes que se iniciaban en el trabajo de campo en el Perú, su colega japonés es un cajamarquino más.
Onuki sonríe ante lo dicho por su viejo amigo. El Perú es como su segunda patria. “La gente me trata como cajamarquino, pero antes pensaba que era medio huanuqueño (risas). También me identificaba (con Huánuco), pero después más tiempo he pasado en Cajamarca”, manifiesta.
El investigador japonés ya tiene más de medio siglo regresando al Perú. Exactamente 51 años marcados por tres hitos: Kotosh, Kuntur Wasi y el centro arqueológico Huacaloma (Cajamarca).
“EL PERÚ ERA BASTANTE RICO”

Yoshio Onuki. Arqueólogo japonés lleva 51 años trabajando en el Perú.
Onuki, profesor emérito de la Universidad de Tokio, no es solo un estudioso de la historia del Perú antiguo, sino un testigo de primera mano de su historia contemporánea. Ha visto de todo en nuestro país.
Sin embargo, no puede desligar los cambios que se han producido en el Perú de aquellos por los que ha atravesado su país. 
“En 1960 mi impresión era: Perú es un país bastante rico, bastante desarrollado”, afirma.
En esos tiempos, él, perteneciente a una familia de clase media, sentía que los estándares de vida eran superiores en el Perú.
“Mi padre era profesor de una escuela pública, no ganaba mucho. Vivíamos en una casa bien chiquitita, dos cuartos no más. Luego cambiamos (a una casa) un poco más grande, con jardín, teníamos un perro, pero no teníamos carro. En aquella época muy pocos tenían carro en Japón. En el Perú mucha gente tenía carro. Sacar brevete (en Japón) era una gran cosa”, recuerda.
La diferencia en ese entonces se notaba sobre todo en el bolsillo.
“El Perú me parecía muy rico, tanta comida y variedad, y carne. La vida era cara para nosotros. Un profesor de la Universidad de Tokio ganaba 150 dólares, no llegaba a 200. Vinimos acá y no podíamos comer en un buen restaurante, comíamos en restaurantes baratos”, narra.

Kuntur Wasi, Cajamarca 1997. Retirando una de las placas de oro que servían como ornamento para las orejas, y que fueron encontradas en la tumba excavada en el sitio arqueológico de Kuntur Wasi. (Foto: © Archivo de Yoshio Onuki)
Onuki evoca el antiguo esplendor del centro de Lima: las fachosas tiendas del Jirón de La Unión, cines como Metro, que eran visitados por gente de San Isidro o Miraflores. “Todo estaba en el centro”, dice.
Sin embargo, también subraya la profunda diferencia que había entre ricos y pobres, que en su país era mucho menos ostensible. “Los campesinos (en el Perú) eran bastante pobres. Los campesinos en Japón vivían con más riqueza, buena casa, buen vestido”, manifiesta. “Había pobreza en Lima, pero no se notaba tanto. Las provincias eran pobres”, añade.
El arqueólogo japonés también fue testigo del fenómeno migratorio que poco a poco comenzó a mutar el rostro de Lima, y aún recuerda cómo, por ejemplo, el mesocrático distrito de San Borja era una chacra y la congestionada avenida Javier Prado casi territorio virgen. “Casi no corrían carros, tranquilo. Nosotros nomás, ¡pum!, podíamos correr cien kilómetros por hora”, relata entre risas.
Cuando Onuki pisó por primera vez el Perú, su presidente era Manuel Prado. Luego llegó a Palacio de Gobierno Fernando Belaunde, a quien conoció cuando éste visitó Kotosh.
El golpe de Estado perpetrado por Juan Velasco en 1968 lo sorprendió. “¿Un gobierno militar? ¿Qué cosa es esto? En Japón no hubo un cambio tan radical. El mismo partido gobernante”.
En 1960 los hogares de clase media japoneses no tenían lavadora y la refrigeradora era casi un lujo. El automóvil propio era un sueño. 10 años después, la situación en Japón había mejorado, mientras el Perú se empobrecía. Cayó la producción agrícola y el país tenía que importar productos alimenticios en los que antes era pródigo.

Huánuco Pampa, 1966. Seiichi Izumi con su equipo de colaboradores, entre ellos Yoshio Onki, segundo desde la derecha. (Foto: © Archivo de Yoshio Onuki)
Si durante su primera visita al Perú Onuki sintió que el dinero se le escurría como arena entre los dedos, a fines de la década de 1970 la situación se había invertido.
Antaño sus colegas japoneses y él no podían tomar taxis y tenían que viajar en camiones y alojarse en hoteles baratos. Eso había quedado atrás. Ya no necesitaban preocuparse más por el dinero.

Museo de Sitio de Kuntur Wasi. Construido con lo recaudado durante una gira por varias ciudades japonesas de los resultados de las excavaciones. (Foto: © Archivo de Yoshio Onuki)
“Pasado un mes, todavía nos queda bastante plata. Recalculamos. ‘Oye, caramba, somos muy ricos’. Empleábamos taxi, a cualquier parte. ‘¿Un día cuánto cuesta?’. ‘Tanto’. ‘Ya, desde mañana hasta la tarde me vas a llevar a donde quiera y me esperas’. Llegando a Arequipa, Cusco, en la plaza de Armas preguntaba ‘¿cuál es el mejor hotel?’. ‘Ya, vamos’. Ocupábamos (el hotel) sin preguntar precio. No hay problema (ríe). ‘Qué cosa, cómo ha cambiado, el Perú es bien barato’”, rememora.
El Perú se empobreció aún más en la década de 1980, atacado por la hiperinflación y el terrorismo, recuerda Onuki. En esos tiempos, viajar a Huánuco –a provincias en general– era peligrosísimo. Ahora el flagelo es la delincuencia común; él no se moviliza de noche por temor a los asaltos en carreteras.

2011. Frente a la entrada del Museo de Kuntur Wasi, con miembros de la Asociación Cultural Kuntur Wasi, que se encargan de administrar el museo, proteger las ruinas y proveer a la sociedad local de información sobre la zona y su patrimonio. (Foto: © Archivo de Yoshio Onuki)
CHUPE, ADOBO, CUY, CHICHARRÓN…
No importa cuántos años transcurran, quién sea presidente o cómo marche la economía, hay algo que jamás cambia en el Perú: acá se come rico. El arqueólogo japonés no ha podido resistirse al hechizo de la comida peruana.
“Cebiche, pero sobre todo sopa, chupe, todas esas cosas me gustan. También adobo, osobuco, cabrito al horno bien cocinado. También me gusta picante de cuy. O cuy frito. Ah, chicharrón también, buen chicharrón sí”, revela.
No solo el Perú ha dado varios volteretazos en el último medio siglo. “Japón también ha cambiado bastante en estos cincuenta años. A veces no puedo sentir que soy japonés (ríe). ¿Qué cosa será la nueva cara de Japón? No entiendo a veces las costumbres, la manera de hablar de la gente joven sobre todo. A veces no sé si compartimos la misma historia o la misma cultura (risas)”, admite.
Si Yoshio Onuki no logra encontrarse plenamente a gusto en su país, quizá sí pueda conseguirlo en el Perú, donde la Universidad de San Marcos le otorgó el Doctor Honoris Causa. “El honor más grande de mi vida”, asegura. Honor el nuestro, doctor.

2010. Yoshio Onuki recibió el título Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
* Este artículo se publica gracias al convenio entre la Asociación Peruano Japonesa (APJ) y el Proyecto Discover Nikkei. Artículo publicado originalmente en la revista Kaikan Nº 57, junio 2011 y adaptado para Discover Nikkei.
© 2011 Asociación Peruano Japonesa; © 2011 Foto Yoshio Onuki: Asociación Peruano Japonesa / Álvaro Uematsu

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